¿Un prejuicio menos?
Son de sobra conocidas las ventajas de la sociedad de la información en que vivimos. Bien sabidos son también los graves peligros que entraña. Podríamos destacar aquí cómo la información mal procesada puede ayudarnos a formar determinados prejuicios. Oír o leer algunas informaciones repetidas veces puede hacernos considerar un fenómeno como mucho más frecuente de lo que en realidad es, y acabar instalándose en la psique colectiva como un lugar común de difícil desmitificación.
Me gustaría aportar mi granito de arena al contribuir a romper uno de los prejuicios sobre los inmigrantes: el que ellos son en gran parte responsables del mal funcionamiento de nuestro sistema sanitario porque colapsan los servicios, los usan fraudulentamente y, además, están introduciendo enfermedades contagiosas y prácticamente erradicadas de la sanidad española.
Según datos presentados en el I Congreso Iberoamericano de Salud Pública y Gestión Sanitaria, celebrado en Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid durante los días 12, 13 y 14 de Abril con más de 400 expertos en el campo de Salud Pública de ambos lados del Atlántico, se desprende que estas afirmaciones son bien distintas a la realidad. Así, por ejemplo, si tomamos la Comunidad Autónoma de Madrid, con más de un millón de inmigrantes, cerca del 90% de ellos son trabajadores que cotizan a la Seguridad Social y disponen de tarjeta sanitaria. Estos inmigrantes tienen una edad media de 32 años y disfrutan de buena salud. Los varones suelen acudir a consultas médicas por temas derivados de las malas condiciones sociolaborales a las que están sometidos (heridas, accidentes laborales, etc.) En cuanto a las mujeres, uno de los servicios más demandados es el relacionado con la salud reproductiva, ginecología y obstetricia. Muy poco tiene esto que ver con inmigrantes con raras enfermedades que contagien a la población autóctona. De hecho, la percepción ellos que tienen sobre su propia salud – a la que consideran una herramienta de trabajo - es buena o excelente.
Antonio Prieto, director del Instituto de Salud Pública del Ayuntamiento de Madrid, sostiene que “el coste medio derivado del uso de los servicios sanitarios es bastante inferior al uso que hace la población autóctona”. Las estadísticas lo ratifican, en 2005, el porcentaje de mujeres españolas que requerían atenciones sanitarias era de un 69% frente al 50% de las mujeres inmigrantes. Los varones mantienen esta misma tendencia con un 62% frente a un 50%. Nada raro, por otro lado, si tenemos en cuenta el proceso de envejecimiento de la población española. Nicole Aerny, de la Dirección General de Salud Pública, nos recuerda que los inmigrantes generan el 10% del producto interior bruto de la Comunidad de Madrid, y señala que esa comunidad invierte en ellos un euro por cada doce que ellos aportan.
Sería conveniente, pues, que revisáramos y modificáramos algunos de nuestros prejuicios. Las patologías importadas son muy raras porque la mayoría de inmigrantes son jóvenes que protegen su salud porque la consideran una herramienta de trabajo y que aportan a la Seguridad Social más de lo que reciben de ella.
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