Llevo diecisiete años trabajando en un centro de enseñanza secundaria, y a lo largo de este tiempo he tenido alumnos de distintas nacionalidades. Me dedico, además, a la enseñanza de idiomas, y siempre he intentado acercar a mis alumnos no sólo a la lengua objeto de estudio, sino también a la cultura y civilización subyacente a dicha lengua. Creo, por tanto, que soy sensible a esto que llamamos “interculturalidad”.
La mayoría de alumnos que he tenido de otras nacionalidades, culturas o razas, a simple vista, parecían totalmente integrados con el resto de sus compañeros, pero en momentos de tensión, he podido apreciar que estas diferencias no están tan superadas, ni los alumnos tan integrados, y que se les ha dado un trato distinto a los demás. Es necesario hablar de esto, si queremos que las diferencias ni separen ni discriminen.
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